Confinamiento
Mientras vivo confinada en mi casa, solo atino preguntarme sobre las implicaciones de este encierro en mi escritura. Y a pesar del pánico exacerbado, no puedo evitar un cierto regocijo al ver mis días como páginas en blanco, sin otra actividad posible que la de sumergirme en el universo de mi novela.
Sin embargo, tener a mis hijas en casa supone levantarme de esta silla, de rato en rato, para ocuparme de ellas. O por lo menos, para prepararles algo de comer, porque yo puedo olvidar hacerlo, pero ellas son niñas y necesitan alimentarse.
También podría dejar todo preparado desde la mañana, de modo que las niñas se desenvuelvan solas durante el día, sin necesidad de decir mamá ni una sola vez. Solo tengo que explicarles. Yo sé que entienden, ya lo han hecho y lo siguen haciendo, son mis cómplices en este proceso. Pero queda abierta la duda si será igual durante las cinco semanas de confinamiento.
En todo caso por ahora, ellas saben que no pueden interrumpirme sino hasta que haya terminado el día laboral. Lo que en nuestros términos significa hasta las 4 de la tarde, hora en la que en tiempos normales llegan de la escuela.
Entonces puedo volver a ser su madre y actuar como tal. Hasta pueden llamarme mamá las veces que quieran. Salvo si Paula y Alejandro se quedan a mi lado y no paran de interferir entre nosotras para que no les deje colgados con una palabra en la boca o un sentimiento atravesado mientras viven una situación complicada.
Ellos también me necesitan y no sé como hacer para desdoblarme y estar de uno y otro lado: a la escucha de mis hijas que hasta esa hora se han quedado jugando sin interrumpirme y de los continuos susurros de mis personajes, que, a diferencia de ellas, no comprenden que no estoy a su disposición y que ya no es momento de susurrarme nada.
Pero es difícil darles la espalda, al igual que a mis niñas. Y si bien me gustaría escribir otra cosa para alimentar mi blog, algo como este texto, por ejemplo, o poner en marcha una plataforma para continuar dando clases, aunque sea a distancia, no consigo descolgarme con facilidad. La urgencia de dar forma a esa historia me agobia y no me deja ver la realidad sin los lentes de su trama.
Mi egoísmo me interpela, ¿cómo es posible que siga obsesionada con mi historia cuando el covid-19 continúa cobrando vidas por centenas?
El proceso creativo es egoísta. Pero al mismo tiempo de cuestionar la pertinencia de continuar creando, no encuentro otro momento en el que pueda ser más pertinente para dar sentido a ese sinsentido que estamos atravesando.
Me pregunto que están haciendo mis colegas artistas sin poder librarse a sus creaciones ni cuadrar en sus cuentas cuando todo está cerrado. Y si no son ellos con su arte, ¿quién podría salvarnos de los medios y de las redes sociales que no hacen más que bombardearnos con sus fake news y sus informaciones alarmistas? ¿Qué sino la belleza para hacer reposar nuestro espíritu?
Un comentario
Rabito
Muy bueno el punto de vista de enfocar los problemas cotidianos como los extraordinarios desde un punto de vista practico y muy real. Que podemos hacer nosotros para ayudar en el tema de esta enfermedad? Nada excepto acatar lo que determinan las autoridades y la vida aun en confinamiento debe continuar y no podemos perder ni un minuto en nuestros planes y proyectos.
Así mismo estoy yo con la ventaja de que no tenemos niños en casa y somos dos personas en la tercera edad que queremos seguir aprendiendo y enseñando, así que sin egoísmos aparentes sino con el afán de tener el día bien ocupado y con resultado positivos para nuestros propósitos la vida continua…..
Felicidades una vez mas!!!!! Bravo!!!!