
Andamios de palabras
No lo sé, puede que nunca lo sepa. Por eso escribo. Para tapar los huecos, para inventar lo que podría haber pasado, lo que podrían haber pensado y sentido todas esas personas que me precedieron. No es solo curiosidad, es una necesidad intima de apoyar mis propias convicciones, así como mis dudas, como base del andamio que sostiene mi existencia. Al final, nos construimos sobre lo que ya estaba ahí, incluso antes de que abriéramos los ojos. Si los cimientos sobre los que nos levantamos están mal alineados, tienen partes que faltan, agujeros, nuestro edificio podría derrumbarse.
¿Por qué decidí partir?, ¿por qué quedarme nunca fue una alternativa? ¿Nos vamos o huimos?, ¿y de qué, si creemos que vamos hacia alguna parte? ¿Por qué partieron mis bisabuelos? ¿Ir detrás de un sueño —el sueño americano, por ejemplo— no es también una forma de huir? ¿cuáles son los fantasmas o las ilusiones que motivaron su partida? ¿Qué sentimientos los acompañaron durante la gran travesía? ¿Hay algo oculto detrás del gran viaje?
Continúo escribiendo. Tal vez la escritura tenga su propia lógica. Tal vez todas las piezas dispersas encuentren, alguna vez, su lugar.
Escribir es una tentativa de atrapar respuestas.
Cuando una escena cobra forma en la pantalla, cuando encarno personajes ficticios que parecen venir de la nada, cuando visualizo paisajes que no conozco y la presencia de los momentos de giro se hace persistente ¿hacia dónde me dirijo? ¿qué estoy buscando? ¿qué tipo de información me gustaría encontrar? ¿qué necesito saber?
No es sólo buscar respuestas, sino la pregunta correcta.
Si esas historias se van tejiendo en mi cuaderno sin seguir ninguna planificación, ¿por qué tendrían que conducirme hacia algún lugar? Es como la historia de mi vida, voy saltando de un oficio a otro, de un país al siguiente, de una convicción/certeza a otra como si atravesara un río. Pero ¿voy a alguna parte? Esas piedras sobre las que apoyo el pie y en las que permanezco, más o menos tiempo, ¿están dispuestas para llevarme hacia algún lugar? ¿Siguen alguna lógica intrínseca, algún plan preestablecido inconscientemente, o todo es una cuestión de azar?
La vida es una seguidilla de experiencias y acciones entregadas al azar. Decir que es el resultado de una planificación, de una proyección pensada de antemano, sería como asegurar que sé, exactamente, dónde estaré la próxima semana. Sin embargo, quizás sin saberlo, me estoy dirigiendo hacia algún lugar. Y aunque a veces todo parezca caótico, hay patrones. Formas en la naturaleza que, sin avanzar en línea recta, construyen algo, como si detrás del azar hubiera una lógica interna. Como los fractales: figuras que se repiten con variaciones, que parecen azarosas, pero obedecen a un patrón escondido. ¿No podría decirse lo mismo de la escritura? Todas las escenas y personajes que aparecen por azar terminarán por encontrar un lugar en el engranaje, su relación con las demás y, quizás, nos conducirán, sin saberlo, hacia la pregunta que buscamos.
Lo que se sabe es lo que es visible, lo que se transmitió de generación en generación por el relato o la imposibilidad de ocultar porque hubo testigos o cómplices. Pero lo que me interesa es lo que no se ve, lo que podría haber detrás de lo visible: pensamientos, miedos, frustraciones, dolor y deseo, fragilidad, vergüenza, ira… Busco la falla que nos constituye, el quiebre, la mesa quo se tambalea por falta de una pata. Busco lo que hace ruido, lo que molesta y tiene repercusiones en el presente.
Todos esos hombres y mujeres que me precedieron tuvieron una vida completa con dificultades y sueños, con desafíos y decisiones que tuvieron que tomar. Todos ellos tuvieron momentos de felicidad y otros de desolación. ¿Escribimos todas las vidas que podríamos haber tenido si no habría habido huecos en el camino? O ¿escribimos la materia que cubrirá los huecos?
No lo sé, puede que nunca lo sepa.
¿Qué es eso que quiero alcanzar con tanta palabra?
Me parece que doy vueltas alrededor del anzuelo.
Está ahí, haciendo ruido,
y no logro atraparlo.
No lo sé, puede que nunca lo sepa.
¿Por qué esta frase tiene tanta resonancia?
Retumba como si yo fuera un instrumento.
¿Qué quiero saber?
A ratos siento que estoy cerca, que solo tengo que seguir tecleando y que va a revelarse como el mago que sale de la lámpara mágica. Pero luego, me parece que siempre es otra cosa. Hay deseos que son inalcanzables. Y, sin embargo, nos sirven de motores para seguir vibrando.
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