Ella empieza por no decir nada. Recorre la ciudad, los rostros, el lenguaje, con paso fluido. Deja que las sensaciones asciendan, que las dudas se caigan y se hagan añicos, pero no dice, no dice nada.
Detrás de todo estoy yo haciendo retumbar el silencio, el suyo. Ella me escucha en él durante el día y durante la noche. Me siente, pero no puede alcanzarme. Desconoce lo que se oculta detrás de lo que ve, por eso escribe. Necesita nombrarme.
Se detiene, no insiste más en ese tecleo frenético, deja de buscarme.
En el fondo lo sabe. Me encontrará donde menos me busque, dónde menos me piense, donde menos me espere. Empieza por no decir nada. Me dejará llegar.
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