Hombre sonriente con gorra verde divertida y mujer con sombrero de paja caminando bajo palmeras en un día soleado.
15 min. de escritura con Claudia y Aude

Un minuto

Luego, una vez más, desaparece entre la multitud. No conoce la ciudad, acaba de llegar. Caótica en sus pasos, se pierde con facilidad, pero camina sin miedo, como si supiera adónde va, con la confianza de quién siempre llega donde quiere estar. Incluso cuando no busca nada. Esta vez no será distinto. Se perderá, seguirá caminando y terminará por encontrar. Como siempre.

 

Todavía no se han visto, pero en el siguiente cruce sus cuerpos chocarán. Ella doblará la esquina sin mirar; él, que mide los trayectos y se viste según su agenda, no tendrá tiempo para esquivarla. Alzará los brazos y sus manos se hundirán en sus pechos. Ojos verdes contra ojos miel. Las miradas se trabarán, como en agua espesa: confusas primero, curiosas y audaces después. Sin salida

 

Él sentirá un golpe de aire frío en el estómago, como un tornado fugaz. No apartará las manos ni se alisará el traje. Ella tendrá el corazón latiendo contra sus palmas. Las acogerá. No dejarán de mirarse. Un instante largo, apenas un minuto. Un minuto como un fin de mundo. Un fin de mundo como el vértigo. Un giro. Y al siguiente ya no estarán en el mismo lugar: sus destinos darán la vuelta, tomarán una dirección insospechada. La que nace en ese choque, en la confusión que los envuelve, en los pasos apresurados que seguirán después, en busca de un refugio.

 

Comenzará a llover, como si el minuto les hubiera sumergido en la encrucijada.

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